Seguramente te ha pasado, llegas a una reunión, conoces a pocas personas, platicas algo con quién sea y después ¡te clavas en tu celular! Justo me paso hace unas cuantas horas, en un evento familiar, en la mesa se sentaron conocidos de toda la vida, pero llegó un momento en el que todos estábamos viendo nuestro celular y se repitió en varias ocasiones durante la comida. Claro, había muchos pretextos para hacerlo, pues estaban tomando fotos y “whatsapeándolas”, entonces quedaba muy bien, pues era el pretexto ideal para revisar las pequeñas pantallas.
Me pregunto, ¿antes de los smartphones qué hacíamos? Pues convivir un poco más. Interesarse un poco más. Vivir un poco más. Ahora pasa en todos lados, en cualquier situación y momento, la salvadora pantalla del celular es el refugio de nuestros humores, sinsabores y también de repente alegrías al recibir un mensaje o foto muy esperados.
Pero, ¿esto qué tiene de raro o qué pasa? Pues nada, que las nuevas generaciones se están acostumbrando demasiado rápido a los dispositivos digitales. Seguramente te tocó – de repente – ver en algún restaurante una gran mesa “familiar” pero con un reproductor portátil de DVD para “los niños”. En muchas ocasiones lo vi y pensé “¡A lo que hemos llegado!”.
No hace muchos años de eso, ahora es demasiado común ver estas mismas grandes mesas sólo que en lugar de reproductor de DVD está la tableta. Estoy de acuerdo y apoyo el que los niños usen tecnología, pero de ahí a que sea el reemplazo de los juegos “tradicionales” hay una gran diferencia.
¿Quién tiene la culpa? ¿Los niños? ¡Nunca! Los papás que también queremos todo de forma instantánea, como que los niños dejen de “molestar” y se distraigan de forma instantánea. Ellos no tienen la culpa y me imagino que tienen los padres digitales que se merecen.
Y hablando de juntas de trabajo o en la oficina en general, cuántas veces no has chateado con personas que “están en junta” cuando realmente están presentes en alguna reunión de oficina, pero simplemente no ponen atención. ¿Qué sigue?
El término “autismo digital” es un poco impreciso, pero pegador. Nos volvemos adictos al gadget para escapar de la realidad que nos rodea, para evitar platicar con la tía latosa, para hacer más llevadero el tiempo en las juntas de oficina o, de plano, para perder el tiempo.
Y no es que todo esté mal o todo esté bien. El asunto es cuando se usa como reemplazo de la plática y la convivencia para la cual los seres humanos en teoría estamos genéticamente programados.
A ti cada cuánto te invade este sentimiento de ¡me urge ver mi teléfono pues ya no aguanto! A mi muchas veces, en todas las situaciones, pero por lo menos intento dimensionar lo que estoy haciendo y ubicar qué tanto estoy afectando a los demás. Después de todo a mi sí me tocó conocer la vida antes de los smartphones, iPads, consolas portátiles y todo lo que les rodea.
¿Qué sigue? No tengo idea, pero de lo que estoy seguro es que esto no es una moda pasajera. La dependencia del aparatito llegó para quedarse y eso es tal vez lo preocupante. Espero tus comentarios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario