24 de julio de 2013

Calendario cuasiperfecto

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Dice el refrán que “el hombre es la medida de todas las cosas” (aunque como están las cosas en este país, lo políticamente correcto será decir: “el hombre y la mujer son la medida de todas las cosas” o peor tantito: “la persona es la medida de todas las cosas”). Así, tenemos que en algún momento de la historia del hombre, se empezó a medir el tiempo en horas… ¿por qué decidieron que el día tenía 24 horas? ¿A quién se le ocurrió usar una medida así? ¿Por qué no 10 horas en total? ¿no sería más fácil así para todos? Pero ahí no paró el asunto, sino que decidieron que una hora tenía 60 minutos. ¿Por qué usar este sistema sexadecimal? ¿No era más simple poner 100 minutos? Y después se mantuvo esta medida para los segundos: un minuto eran sesenta segundos.


No obstante, el mundo moderno tuvo que inventarse medidas que añaden precisión a los segundos. Por ejemplo, en los deportes se miden muchas veces décimas, centésimas y milésimas de segundo. Ahí se usa base 10 como norma (sistema decimal, pues). Es decir, un segundo contiene 1000 milisegundos, 100 centésimas de segundo, pues, no sesenta. ¿Por qué? Pues porque se decidió que así era más simple medir. Entonces, cuando vemos una medición como 10.34 segundos, decimos que la medición es de 10 segundos con 34 centésimas, lo cual ya -me parece- choca con la idea original del sistema sexagésimo.


Pero desde luego que otras medidas son tan arbitrarias como el capricho humano. ¿Por qué medimos los años en 365 días? La realidad es que las civilizaciones hallaron -de alguna manera- que el mundo recorre su órbita en ese tiempo, aproximadamente. Como el día y la noche son algo cotidiano, pues contaron que tardaba esa cantidad de días una vuelta completa al sol. Hasta ahí muy bien. Sin embargo, alguien entonces definió los meses, y curiosamente, la cantidad de días de cada mes parece arbitrario. Quizás no se encontró una buena manera de dividir los meses en el mismo número de días… Esa cantidad, 365 es muy incómoda. Sin embargo, a mí me anda dando vueltas por la cabeza la idea de un mejor calendario, más cómodo, más fácil de usar.


Imaginemos que se tienen 13 meses de 28 días. Eso da exactamente 364 días. Si organizamos así las cosas, cada mes empieza en domingo, por ejemplo (ver imagen). Cada día de cada mes siempre cae en el mismo día de la semana, asunto que nos ahorraría muchísimos problemas burdos como no saber en qué día de el martes de la semana que viene, por ejemplo. Así entonces, el 23 de enero, febrero, marzo, abril, …, noviembre y diciembre, caería siempre en lunes. ¿No resulta más sensato esto? Con el calendario actual, no podemos saber fácilmente.


Pero no faltará gente que impugne la idea. Dirán algunos que sí, tengo 13 meses con 28 días, pero el número 13 es de mala suerte… Si así fuese, entonces habría que eliminar de cada mes (actual incluso, no en mi idea), ese número, y eso no pasa, ¿verdad? otro “pero” es el asunto del día faltante. Sí, tengo 364 días pero hay un día que me está sobrando, ¿qué hacer con él? Muy fácil: ese sería el último día del año y no está en el calendario. Es como el día que se pierde cuando hace uno un viaje trasatlántico. De pronto salimos un lunes y por los cambios de horarios estamos llegando un miércoles, a pesar de no haber viajado 24 horas en avión. Cuando regresemos a nuestro origen lo recuperaremos. Igual se puede hacer con el día final, el que completa los 365 días. Sería algo así como “el día pre-nuevo año”, o quizás podría ser susceptible a ser “el día de la mujer”, “el día del agua”, qué sé yo. Dicho de otra manera, el día no desaparece, sino que se le da un nombre especial, pero no cae en ningún día de la semana conocido.


De hecho, para el caso de los bisiestos, que se añade un día más (porque en realidad la tierra da una vuelta completa a su órbita en 365 días y 1/4 de día), cada cuatro años agregaríamos 2 días sin nombre, que desde luego, podrían ser de vacaciones. Vaya que si los diputados cambiaron los días festivos para hacerse de “puentes largos”, pienso que mi medida es incluso menos arbitraria y con más razonamientos que la flojera y pocas ganas de trabajar que los diputados nos pretenden imponer.


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Faltaría pues ponerle solamente nombre a este décimo tercer mes y al o los días especiales que completan el ciclo de 365 o 366 días, si se trata de año bisiesto, para este último caso. Por lo demás, mi calendario me parece más práctico para los seres humanos, pero no sólo eso, sino incluso para aquellos que programamos computadoras, que a cada rato necesitamos incluir un calendario en las aplicaciones que generamos. Sí, ya sé que ese problema está por demás resuelto, pero a costa siempre de más recursos de máquina que si se usara mi idea (aunque pienso que alguien más ya la debe haber sugerido, pues me parece de una obviedad evidente).


Cabe señalar que las argumentaciones sobre mis razones para cambiar el calendario a uno más simple y manejable no son tan absurdas. Según la Wikipedia, en 1582 el papa Gregorio XIII promulgó el nuevo calendario, llamado Gregoriano por ser él su promotor. El calendario civil se había retrasado 10 días respecto al calendario astronómico; por lo que Gregorio XIII tuvo que decretar en 1583 el salto del día 10 al 20 de diciembre. Ese año, diciembre tuvo sólo 21 días. La reforma gregoriana fue aceptada inmediatamente por los países católicos: España, Portugal e Italia. Francia lo adoptó en 1582, pero en diciembre (se pasó del 9 al 20 de diciembre); Dinamarca en 1582, los Países Bajos en 1583, los estados católicos de Alemania en 1584, los cantones suizos entre 1583 y 1590, Polonia en 1587, Hungría en 1590. Los estados protestantes no admitieron la reforma hasta 1700, la decisión se tomó en 23 de octubre de 1699, según la cual del 18 de febrero de 1700 se pasaba al 1 de marzo. Inglaterra no adoptó el calendario hasta 1752 (del 2 al 14 de septiembre, ya que se había acumulado un día más de retraso). Los últimos en adoptar, oficialmente, el calendario gregoriano han sido: Japón, 1873; China, 1912; Rusia, 1918 (hubo de quitar 13 días, del 1 al 13 de febrero); Rumanía y Yugoslavia, 1919; Grecia, 1924 y Turquía, 1927.


Como se ve, ni estos cambios, que tenían un argumento mucho más sólido, que tenía que ver con el año astronómico, no se aceptaron por todos a la primera. Considerando que el cambio se hizo en 1582, nótese como Turquía finalmente aceptó el cambio hasta ¡1927! Notable ¿no?




vía unocero.com


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